Mucho se ha hablado de sanar las heridas, de que lo que vivimos o toleramos en el presente tiene que ver con nuestras experiencias del pasado. También se escucha sobre el niño interior y los traumas causados por los padres, las experiencias dolorosas y demás situaciones que pueden tener efectos negativos duraderos en la salud y bienestar.
Algunas situaciones más conocidas como impactantes para la salud mental pueden ser: descuido, acoso, abuso psicológico, emocional, físico o sexual; sin embargo, hay otras experiencias adversas como haber vivido con miembros del hogar que tenían algún tipo de adicción, que padecían de alguna afectación mental, personas con tendencias suicidas o crecer en un ambiente de invalidación.
En consulta, veo como personas que han experimentado situaciones como las mencionadas anteriormente, experimentan síntomas como estrés, migrañas, tensión muscular crónica, fatiga, afectaciones de la piel y otras enfermedades autoinmunes, sin relacionar esto como un residuo de su historia de vida, especialmente en la infancia.
Los residuos del pasado en mi vida adulta
El experimentar situaciones adversas, causa cambios y alteraciones en el sistema nervioso e inmunológico. Las experiencias adversas en la infancia (EAI) son eventos traumáticos en la vida de un niño que pueden tener efectos negativos duraderos en nuestra salud y bienestar, es decir, el cómo vivimos ahora, tiene mucho que ver con nuestras experiencias del pasado, son los residuos.
La tabla 1 enuncia la propuesta y reformulación sobre lo que son consideradas Experiencias Adversas en la Infancia (EAI) de Finkelhor et al.
Estos traumas infantiles pueden afectar nuestra capacidad hacia el amor propio como resultado del estrés atrapado en el cuerpo. Como bebés, cuando tenemos interacciones de apego saludables con cuidadores atentos, constantemente disponibles y cariñosos, esto sienta las bases para el desarrollo óptimo de nuestro cerebro y sistema nervioso. Con el tiempo, esta co-regulación (regulación asistida) nos permite aprender a autorregularnos (autorregularnos de forma independiente) de forma eficaz.
Sin embargo, es importante recordar que ‘’el niño interior’’ no es un yo separado e inmutable. No es una esencia o estado de ser permanente, sino un conjunto de patrones de comportamiento que resultan de muchas condiciones y percepciones que son tanto individuales como colectivas. Si bien estos patrones pueden surgir en cualquier momento, tenemos la buena fortuna de que existe una neuroplasticidad natural en nuestro cerebro. Esta plasticidad permite una profunda sanación y transformación.
Todos nuestros estados son transitorios <<si trabajamos en ello>>
Finkelhor D, Shattuck A, Turner H, et al. A revised inventory of Adverse Childhood Experiences. Child Abus Negl. 2015; 48:13-21, http://dx.doi.org/10.1016/j.chiabu.2015.07.011