Un día en consulta, una persona me comentaba que de la nada le surgían pensamientos que hasta le avergonzaban compartirme, pero que eran ‘muy sucios’ y no sabía por qué le pasaba esto, si eran pensamientos que nunca antes había tenido, pero que le hacían sentir como una mala persona. Y es así como me pareció pertinente hablar de los pensamientos intrusivos.
Este tipo de pensamientos, pueden presentarse en forma de imágenes, impulsos, ideas o cuestionamientos no deseados, que pueden ocurrir espontáneamente o que pueden ser provocados por estímulos externos o internos.
Por lo general, estos pensamientos generan angustia, pues son intrusos, que no compaginan con los valores personales (generalmente) y que tienden a reaparecer. Si nos centramos en el plano clínico, se asocian con el trastorno obsesivo-compulsivo, pero a menudo se observan como respuesta a estar expuestos a altos niveles de ansiedad. Una investigación ha encontrado que más del 90% de la población experimenta pensamientos intrusivos (Abramowitz, Deacon y Whiteside, 2011).
<<Es decir, pueden ser más comunes de lo que imaginamos y no siempre conlleva tener un trastorno>>.
Los temas más comunes de pensamientos intrusivos incluyen (pero no se limitan a):
- daño/violencia
- sexualidad/comportamientos sexuales
- religión
- cometer errores/causar accidentes
Estos temas, tienen mucho que ver con nuestra moralidad y las normas sociales, por ende pueden provocar angustia emocional, particularmente cuando se perciben como fuera de lugar o en contra de los valores respectivos de la persona. Es por esto que es común experimentar culpa, vergüenza o miedo cuando aparecen pensamientos intrusivos constantemente.
¿Cómo manejarlos?
La acción más común para las personas cuando experimentan pensamientos intrusivos, es distraerse, ‘’dejar de pensar’’ o no preocuparse por ellos. Si bien, estos son consejos con buena intención, no son acciones efectivas o fácilmente realizables por las personas que experimentan estos síntomas.
<<Intentar desterrar pensamientos tiende a tener un efecto boomerang: no importa cuánto intente alejarlos, continúan regresando>>
Una metáfora que me gusta para explicar el resultado de intentar suprimir pensamientos es:
Imagina que estás en una piscina con una pelota que flota en el agua. La pelota representa tus pensamientos intrusivos, y la decides intentar empujar por debajo del agua (es decir, intentas reprimir tu pensamiento intrusivo). Esto requiere una cantidad notable de esfuerzo y fuerza. Lo más probable es que no puedas hacerlo, o al menos no por mucho tiempo. Y en el momento en que te relajas, aunque sea un poco, la pelota de playa/pensamiento intrusivo volverá a salir del agua y regresará a flote.
Lo que hay que recordar acerca de los pensamientos intrusivos es:
- Son solo pensamientos (¡aunque angustiosos!).
- No son predicciones del futuro
- No son la realidad.
- Experimentar pensamientos intrusivos no te convierte en una “mala” persona y tener estos pensamientos no aumenta la probabilidad de que suceda algo malo.
- Hay una gran diferencia entre pensar y hacer.
Sin embargo, debido a que tales pensamientos son angustiosos, muchas personas intentan suprimirlos o deshacerse de ellos por reflejo (sin éxito). En presencia de ansiedad y trastornos obsesivo-compulsivos, los pensamientos intrusivos especialmente no deben suprimirse, sino que deben examinarse, confrontarse y trabajarse. Esto es algo que se puede realizar en un proceso psicológico con Dimepsicología